ZARIGÜEYAS
A la Peke con amor
El tlacuache
A un ladito de mi casa hay una barranca grande en donde casi nadie entra. Ahí pasa un arroyo. En las laderas de esa barranca hay hoyos en donde viven los tlacuaches.
Una vez mis papás me compraron dos patitos. Uno era macho y la otra hembra.
En cierta ocasión escuchamos ruidos afuera de la casa. Cuando salimos vimos que había un tlacuache que se quería comer a los patos, cuando éstos ya eran grandes.
El tlacuache ya no los pudo comer y mejor les ofreció su amistad.
-A ver patos, no me tengan miedo, no les haré nada –dijo el tlacuache-. Mejor les propongo que seamos amigos.
-Está bien, tlacuache, a partir de ahora somos amigos, contestaron los patos.
Un día el tlacuache se cayó en el agua del arroyo. Pedía a gritos auxilio porque se estaba ahogando. Los patos al escucharlo lo fueron a ver.
Los dos patos se ayudaron y salvaron al tlacuache. El tlacuache agradeció el buen gesto de los patitos.
Una vez más se dijeron ser grandes amigos.
La amistad es muy importante porque permite ayudarnos cuando estamos en problemas.
Amor y respeto
Mis padre me compraron dos patitos, uno era macho y la otra hembra.
Me dijeron que debería de cuidarlos y quererlos mucho porque eran mis mascotas. Yo les contesté que sí.
Un día salieron todos de viaje. Me encargaron cuidar bien a las mascotas.
A un lado de mi casa hay una barranca y en la noche salen de ahí unas zarigüeyas en busca de alimentos.
Pero en la noche me quedé bien dormida y no escuché en qué momento las zarigüeyas o tlacuaches se metieron al corral y se comieron mis patos.
Llegaron mis padres y yo me asusté mucho porque no pude cuidar bien a las pequeñas aves.
Cuando vi a mi papá parado en frente de mí sentí mucho miedo.
Mi papá se me quedó mirando sin decir palabras. Yo quería llorar. Hubo un silencio. Pero para mi gran sorpresa, mi papá me dio un abrazo fuerte y me dijo:
-Tranquila, princesa. Quiero que sepas que tú eres más importante que un pato, y no tiene caso pelearnos por lo que pasó.
La actitud bondadosa de mi padre me hizo recordar que en mi casa existen dos valores muy importantes: Amor y respeto.
El tlacuache y La Paca
Primero escuché el sonido de sus dedos en las láminas de la casa. Dije “es un tlacuache”.
Poco después percibí ruidos fuertes en el corral de las aves. Eran las dos de la mañana. Tomé la linterna de mi papá y salí para ver que ocurría. Los patos ya no estaban en el corral.
Ahí, cerca del corral, estaba parado un tlacuache, mientras que mi perrita La Paca estaba ladrando en el fondo de la barranca.
La llamé.
-Pacaaa
La Paca en seguida se acercó a mí.
-Mira –le dije, señalando a la marmosa mexicana, zarigüeya o tlacuache, que estaba enfrente de mí.
La Paca, con mucho cuidado, se acercó a olerlo. Y al comprobar que se trataba de un animal, se lanzó sobre él mordiéndolo en el lomo. La marmosa enseguida se tiró al suelo fingiendo haber muerto.
Conseguí un pedazo de mecate y lo fui a amarrar en la azotea de mi casa para poder verlo bien al día siguiente y luego soltarlo.
Enseguida salí a buscar a la patita que no estaba. Oí que andaba en el arroyo. Bajé a la barranca entre la oscuridad y la fui a traer.
Luego me fui a dormir de nuevo. Al día siguiente, muy tempranito, fui a ver al tlacuache que lo había dejado amarrado arriba de la casa.
En el lugar sólo encontré el mecate atorado en la punta de una varilla metálica. La zarigüeya se había soltado. Dije “está bien, después de todo el animalito debe estar libre”.