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Hola amigos del planeta, bienvenidos a este sitio, en el que encontrarán textos originales del autor, cuentos y poemas, algunos de los cuales están escritos en náhuatl debido a que en el municipio de Rafael Delgado, Veracruz, México, aún se conserva esta lengua nativa de estos lares.(Pedro Enríquez Hdez.)



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10 feb 2013

LA FILOSOFÍA DEL VASO


LA FILOSOFÍA DEL VASO


Llenarse primero para derramar…

Augusto siempre vivía cabizbajo, preocupado, pensativo. Sentía como si estuviera cargando el mundo. Sin embargo, todas las mañanas salía a trabajar para vivir bien con su familia. Deseaba tener lo necesario pero no lo lograba porque buena parte de lo que ganaba la donaba en dinero o en especie a algunas familias pobres de su barrio, principalmente a sus vecinos.

Algunas familias vivían bien, otras no. Ahí se veían niños descalzos y sin juguetes. A Augusto le dolía ver ese panorama. “Dicen que sólo en Tanzania hay niños pobres, pero no”, se lamentaba.

De entre la gente beneficiada por el hombre caritativo había un señor de barbas, que con frecuencia se le veía afuera de su casa descalzo y sin camisa, mostrando una prominente panza. Se ponía a platicar con otras personas que transitaban por el rumbo. Se sentaban bajo la sombra de un enorme árbol que estaba en su patio. Charlaban jocosos, se reían, jugaban naipes a mediodía.

Todas las mañanas Augusto se desprendía desde una tortilla, pan, hasta de un platillo de comida. Los niños lo apreciaban mucho. Le decían padrino. Algunos señores y señoras le decían compadre.

Con el tiempo Augusto se percató de la actitud de don Eligio, el hombre descalzo y sin camisa. Sin pensarlo mucho pretendió conminarlo y exhortarlo a que hiciera algo por salir adelante. En vez de agradecer por la ayuda recibida por años, don Eligio se molestó y le expuso enojado a Augusto lo siguiente.

-Mira, Augusto. La neta yo nunca te pedí que me ayudaras. Yo así como vivo, vivo feliz. Duermo y me levanto a la hora que yo quiero. Mi mujer trabaja y de ahí obtenemos un dinerito. Mis hijos tienen Oportunidades y la verdad no nos hace falta nada.

-Si tú nos mandas a veces comida o juguetes a mis hijos ese es tu problema. Y te voy a decir algo, don Augusto. Si estoy así es porque yo lo elegí. Estamos en un país con derechos.

-Así como me ves don Augusto, yo tengo por ahí un “librito” de la Constitución y siempre me han llamado la atención los primeros treinta artículos en los que se habla de nuestras garantías y derechos. Yo puedo hacer lo que quiera: trabajar como esclavo o dormir todo el día como marrano, ¿usted qué?

-Muchos de los que nos dicen pobres vivimos así porque así queremos. El que quiere ser trabajador, comerciante o empresario, lo es. Tenemos toda la libertad.

-Ah, y algo muy cierto y muy importante, señor Augusto. Los ricos y los pobres somos iguales. Tenemos un cerebro, tenemos manos y pies, ojos, oídos, boca… todo. Además, también tenemos el mismo día de veinticuatro horas. Podemos hacer lo que queramos, ser pobres o ser ricos, ser flojos o ser trabajadores.

-Pero eso qué, amigo Augusto, todos terminamos de la misma forma, en un hoyo del llamado panteón.

-Además hay de pobres a pobres. Así como vivo, pobre para muchos, puedo ser rico para otros. Usted es un rico para mí, pero para otros, de más dinero, usted es también un pobre. ¿Y cuántas veces le han traído ayuda los ricos?¿Cuántas veces ha venido a su casa el magnate de Telmex, Carlos Slim, para darle algo que necesita?

Augusto sólo hizo una mueca y se retiró sin decir palabras. La breve exposición “filosófica” del ciudadano descalzo y sin camisa, y con una panza prominente, lo hizo reflexionar.

Hoy en día Augusto se conduce más moderado después de entender muchas cosas. Por ejemplo, ayudar a personas muchas veces se les daña puesto que ya no tienen deseos de emprender.

Hoy maneja también una filosofía, pero una filosofía diferente a la de Eligio. Ahora algunos vecinos le dicen que vive de la filosofía del egoísmo, la cual consiste en “antes de dar, primero hay que darse”. Es decir, satisfacer todas las necesidades básicas de uno mismo y después ayudar con los “extras”. “Suena egoísta pero no”, dice el hombre caritativo. Porque no es posible dar lo que no se tiene.

-Es como un vaso vació. Primero hay que llenarlo hasta que se derrame el líquido. Se va lo que se derrama, afirma don Augusto.

Entendió finalmente que hay que echarles la mano a los que caen y tienen deseos de levantarse. No a los caídos y desean seguir echados ahí. Hoy en día Don Augusto vive mejor y es uno de los hombres que no espera de nadie más que de su propia fe.