EL PODER DE LAS CREENCIAS
Existe un refrán que dice: “cada cabeza es un mundo”. Así es. Cada cabeza es un mundo de ideas y de pensamientos que a final de cuentas se convierte en una especie de motor de dirección que conduce a cada uno regido por ese conjunto de creencias.
En este mar de ideas y de pensamientos se encuentran creencias limitantes y creencias expansivas. Las primeras son las que nos atan en cierto modo y no nos permiten caminar bien en la familia, en la escuela o en el trabajo.
Muchas veces las costumbres familiares se arraigan demasiado en nosotros y se convierten en verdaderas barreras para el avance que quisiéramos realizar. Por ejemplo es común pensar que las tareas de la casa le corresponden a la mujer, e incluso a ésta muchas veces se le llama ama de casa, cuando los quehaceres del hogar se pueden ejecutar entre todos, papás e hijos.
Si se trata de incrustar clavos en la pared, taladrar el muro y cambiar un foco, por ejemplo, también se piensa que es tarea del hombre, aunque una mujer también lo puede hacer. Que lavar los trastos, lavar la ropa y preparar la comida es trabajo exclusivo de la mujer.
El quehacer del hombre es ir a trabajar y llegar enojado. Por eso muchas veces la mujer le dice a su hijo: “vas a ver, nada más que venga tu papá y le voy a decir”. Porque el señor de la casa sí grita, manda y hasta golpea.
Podemos decir que muchas veces estamos atrapados en un cajón de creencias y no queremos salir de ahí, nos cuesta salir de ahí o simplemente ignoramos que estamos atrapados. Esto definitivamente nos limita en el avance de la vida.
Estas creencias no las podemos ver, pero sí se pueden manifestar en los efectos del estado anímico. Si en nosotros existe frustración, fobia, envidia y otros malestares, es indicio de que estamos mal y tenemos que buscar la solución en el manejo de nuestras creencias.
Los problemas que se tienen son enfermedades del pensamiento. En la mente se encuentra almacenada mucha información inconsciente, y parte de ella se vuelve obstáculo para nosotros.
Las creencias, sin embargo, pueden ser limitadas o expansivas. Las limitadas, como hemos visto, son las que nos impiden caminar libremente. Ellas son como cadenas amarradas en los pies que nos impiden movernos con libertad.
Las creencias expansivas, por su parte, son las que nos ayudan a ser más libres, más centrados y más maduros en la vida. Podemos mencionar un ejemplo de creencia limitada con respecto al dinero. Hay gente que cree que tener mucho dinero es malo, aunque diariamente necesita dinero para comer.
Sobre este particular hay que puntualizar que el dinero es energía; lo obtenemos a cambio de un trabajo, de un esfuerzo, porque nadie nos paga si no realizamos un esfuerzo que se llama trabajo.
Bajo esta óptica, el dinero no es malo cuando procede de nuestro esfuerzo y de nuestra energía. Por tanto, el dinero nos llega dependiendo de cómo lo vemos y pensamos respecto a él. Muchas veces el éxito del trabajo y consecuentemente del dinero nos parece extraño porque no estamos acostumbrados a ello.
Para alejarnos del fracaso tenemos que realizar un esfuerzo de cambiar el rumbo de nuestros pensamientos. Para comenzar hay que valorar todo lo que hacemos, por muy insignificante que parezca.
Por ejemplo, emocionarse y alegrarse por haber logrado una buena jornada de trabajo, por haber aprobado un examen, por haber oído el canto de un pájaro, por haber visto la sonrisa de un niño, etc.
No es correcto decir: “pase a mi humilde casa”. ¿Por qué humilde? ¿Por qué menospreciar al sitio maravilloso donde vivo tal vez con mis hijos, con mi esposa (o), mis padres u otros seres queridos? Debemos decir: “pase a mi casa”, “pase a mi palacio”, “pase a mi bonita casa”? no hay que decir “pobre pero contento”, “pinches ricos”, los ricos son orgullosos”. No. Tenemos que valorarnos y valorar a los demás.
Valorarnos es aceptar que somos parte del Universo, somos parte de la creación divina o de la misma divinidad. Por eso es importante que todo el tiempo nos alimentemos de frases fuertes como “Gloria eterna al ser divino que habita en mí”.
Y lo más importante, agradecer siempre por estar vivo y por todo lo bueno que ocurre en nosotros. El que agradece vive en estado de gracia. El que no agradece vive en la miseria aunque éste esté pudriéndose en la riqueza monetaria más grande del mundo.
El que agradece disfruta. Si todos los días repetimos “gracias” “gracias”, será la mejor oración que podemos ofrendar al creador del universo. Decir Gloria Eterna al ser divino que habita en mí, automáticamente reconocemos que en nosotros vive Dios o la fuerza del universo, independientemente de que pertenezcamos a una religión o no.
El éxito se alcanza siempre con una base espiritual, sin ella nada es posible. Por ello hay que estar siempre pendientes de levantar la casa, componer y reparar algo en nosotros.
Hay que vigilar en todo momento nuestros pensamientos, pues de aquí parte todo. Por lo tanto, observa a tus pensamientos, estos se convierten en palabras; tus palabras se convierten en acciones; tus acciones se convierten en hábitos; tus hábitos se convierten en carácter y, finalmente, tu carácter se convierte en tu destino. ¿Qué destino queremos tener?
Todos somos una historia individual. Voltear a ver atrás, ver nuestra trayectoria, ver nuestro pasado. ¿Nos satisface lo que hemos hecho? Si no nos satisface está en nuestras manos cambiar esa historia.
Como puede observarse, el poder está en los pensamientos; este poder nos puede matar o nos puede engrandecer; nos puede llevar a la luz o a la oscuridad, a la noche o al día, a Dios o al diablo. Es cuestión de saber manejarlo y enfocarlo para alcanzar el éxito integral en la vida: trabajo, familia, dinero, amigos, salud, fortaleza espiritual, etc.