BIENVENIDOS

Hola amigos del planeta, bienvenidos a este sitio, en el que encontrarán textos originales del autor, cuentos y poemas, algunos de los cuales están escritos en náhuatl debido a que en el municipio de Rafael Delgado, Veracruz, México, aún se conserva esta lengua nativa de estos lares.(Pedro Enríquez Hdez.)



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29 dic 2010

EL SOSPECHOSO


I

El padre Esmerado había salido temprano y en realidad nadie sabía a dónde había ido. Un día antes, durante la misa dominical, dijo que se preocupaba por los robos y asaltos que se presentaban en el país.

-Ya no respetan ni las iglesias -dijo-, pero qué bueno y gracias al Señor que aquí en esta iglesia nunca nadie nos ha robado.

Pero esa mañana todo el mundo se preguntaba a dónde iría el cura. Su auto no estaba en la cochera, su ropa estaba en orden, su celular estaba ahí, sus anteojos, su maleta… todo estaba ahí.

-Bueno –expresaron las dos monjas-, el padre Esmerado tiene derecho a darse su escapada.

Pasaron tres días y el cura llegó de nuevo al pueblo. Su sorpresa fue grande: en la caja fuerte de la iglesia habían desaparecido cien mil pesos durante su ausencia. Lo primero que hizo fue llamar a las monjas e insinuar sospechas que el robo había sido perpetrado por ellas. Flavina –la monja más joven y menos fanática de su religión- se incomodó por las insinuaciones del párroco y fue a la Agencia del Ministerio Público a presentar denuncia.

-¿Usted es la propietaria del dinero que desapareció? Preguntó la autoridad.

Flavina quedó triste y preocupada por no poder presentar la denuncia ya que el resguardo del recurso robado estaba a cargo del padrecito Esmerado.

-Padre –expresó la religiosa- el agente del Ministerio Público dice que la persona indicada para denunciar el robo es usted.

-No, hija –apuntó el párroco-. Yo no quiero escándalos. El pueblo está en santa paz, gracias a nuestra labor religiosa y sinceramente no quiero levantar escándalos.

Al siguiente día el sacerdote llamó a todos los que colaboran en la iglesia, desde algunos feligreses que frecuentaban a ese sitio sagrado, topiles, mayordomos hasta las mismas monjas. Todos expresaron no saber nada al respecto. Nunca a nadie vieron sospechoso durante la ausencia de Esmerado. El lugar donde se ubicaba la caja fuerte siempre estuvo cerrado bajo llave. Nadie tenía acceso.

Sin embargo, el padrecito en todo momento insinuó que las autoras de la desaparición del dinero eran las monjas, fundamentándose en el hecho de que en el sitio del robo dejaron tirada una dona para recoger cabellos.

“El robo, sin duda, había sido cometido por mujer o mujeres”, pensó.

¿Quién realmente había sido el autor de ese robo? El dinero desapareció cuando el padre Esmerado había salido durante tres días. Sin lugar a dudas no fue él quien robó. Porque ¿cómo realizar semejante acción estando ausente?¿Cómo perpetrar semejante acto sabiendo que es pecado, pues el Decálogo es muy claro al decir No robarás?

Pero es verdad que el resguardo del dinero estaba a cargo del cura. La llave para abrir la caja fuerte con ciertas combinaciones ha estado siempre en manos del sacerdote. Cuando le pidió una de las religiosas que presentara denuncia del robo para deslindar responsabilidades, el párroco se negó.
Ja, pero el dinero no era de él, era del pueblo. Un dinero que se había juntado con la aportación de los más pobres, quienes creyendo que de esa forma servían a Dios, daban unas monedas al sacerdote aunque algunas veces se quedaban sin comer.

II

-Padre, venga usted a comer –dijo la cocinera-; ya está su comida.

-No doña Esmeralda, esta vez no quiero comer.

La cocinera de 28 años se acerca al cura, quien tenía 42 años. Y poniendo en práctica el mandato divino, abraza al sacerdote y le da un beso en los labios y le dice:

-¿Y ahora por qué no quiere comer, padre?

-Cállate, no me preguntes. Estoy molesto.

Después de un prolongado silencio, agregó:

-No entiendo quién nos roba las limosnas. Hace ocho días que vacíe las alcancías de todos los santos y al revisarlas ahora las encontré igual de vacías. ¡Cristo Jesús! Ahora no sé con qué pagaré la colegiatura de mi hija… mmm perdón, de mi sobrina.

-Padre, olvídese de eso por el momento –calmó doña Esmeralda-, recuerde que el Señor hace milagros.

-Tienes razón, hija; con un Padrenuestro el dinero aparecerá en alguna parte.

“Je je je je, si papi, digo padre” –pensó la cocinera-, “por ejemplo, podrá aparecer mañana en tu caja fuerte, je je je”.

III

Molesto porque ya no recibía dinero de la autoridad municipal, tal como habían acordado, Esmerado entró casi en forma violenta a la oficina del alcalde y espetó religiosamente:

-Hijo de… Dios. Sí. Así es. Hijo de Dios… ¿Qué pasó? ¿Por qué te has olvidado de mí? Hace un año bien que nos entendimos. Todos los impuestos que pagaron los vendedores ambulantes fueron para ti y a mí me diste lo que se recaudó por el pago de las entradas en las corridas de toro. ¿Y ahora qué pasa hijo?

El munícipe quiso responder, pero el cura no le permitió y siguió hablando.

-Ahora te estás pasando. No sólo no me diste lo de las entradas, sino que me fregaste cobrando tú los locales de los vendedores ambulantes que se colocaron al frente del atrio de mi parroquia. Además, te diste el lujo de pintar con el color de tu partido el poste donde vuelan los artistas papantecos.

-Ah, bueno –exclamó el alcalde, acariciándose nerviosamente sus bigotes de morsa vieja. Luego agregó:- ahí señor sacerdote hicimos un acuerdo.

-Sí, eso sí, pero si tú no cumples con ese acuerdo, de inmediato vas ahora mismo a despintar el poste; de lo contrario no te dejo que sigas con tu proselitismo político en el atrio.

-Está bien, señor cura, está bien. Por el momento le doy este pequeño adelanto.

-Je je je je, así se habla hijo. Te juro que te aseguras el reino de los cielos con esta importante generosidad que haces con este humilde intermediario divino.


IV


Llegó el sábado y el albañil tenía que echarse una cerveza. Desde luego necesitaba un acompañante para libar. Él y su amigo quisieron romper la monotonía de siempre. Acordaron ir a tomar sus cervezas a un tugurio de un pueblo vecino. Al entrar se llevaron una sorpresita: el padre Esmerado estaba ahí, sentado en un taburete del lugar, pero no estaba solo, estaba acompañado por una dama. El trabajador de la construcción lo reconoció enseguida a pesar de que el párroco se había puesto una gorra en la cabeza.

-Padre, ¿y usted qué hace aquí?

-Estás equivocado, yo no soy padre –respondió molesto-, me confundes, yo no soy padre –repitió.

Al poco rato, el sacerdote desapareció. Salió por una puerta posterior del tugurio y abordó un taxi que lo estaba esperando. Huyó.

V


El padre Esmerado sintió en carne propia los golpes físicos y emocionales de la cocinera cuando ésta chocó su camioneta contra una casa habitación.

El sacerdote le dolía más al ver a la cocinera llorando que las fracturas de huesos de la señora que resultó embestida por el vehículo.

Por eso, hora al padre Esmerado le valió: públicamente abrazó y recargó divinamente sobre sus hombros a la mujer asustada.

Mientras algunos parroquianos se preocupaban por llamar una ambulancia para auxiliar a la víctima y a su pequeño hijo, el padre se preocupó más por la cocinera.

La acompañó en todo momento y acudió a algunos periódicos para sobornar con el objeto de que no sacaran la nota de lo sucedido.

La cocinera estrenaba camioneta. Al sacar el vehículo de la cochera del templo católico, quiso frenar pero en vez de frenar pisó el acelerador.

El error hizo que la camioneta se fuera a impactar sobre una casa, tumbando una parte del muro de la vivienda.

A su paso embistió a una señora que tenía cargando a su pequeño hijo; ambos se encontraban resguardando de la pertinaz lluvia que caía la tarde de ese domingo.




28 dic 2010

AGUDOS

A G U D O S

Entre las verdes frondas
del encino robusto
brotan alegres cantos
al despuntar el día,
y el disco que va y viene
por el espacio inmenso
baja su vista de oro
sobre el azul del río.

Es dulce oír los cantos
entre las fronda verdes
y mirar las montañas
bañadas por el sol,
percibir los aromas
del matiz de los campos
y mirar en el cielo
las palomas pasar.

Es dulce al río acercarse,
sentarse en la ribera
y quedarse mirando
las aguas de cristal,
y en ese mismo instante,
ver una hoja de plata
que cae desde un álamo
los vientos al soplar.

Es dulce hallarse solo
en un paraje quieto,
mirando la belleza
bajo el éter azul,
describir la Natura
y cantando con ritmo
la belleza del mundo
que por Dios se formó.

Oh, sí, pero es más dulce
contemplar ese mismo
-cosas del Universo-,
pero juntos los dos;
pero es mucho más dulce
unirse de la mano,
uniendo nuestras fuerzas
y amándonos los dos.
NIÑA GRACIOSA
  
Era una noche tibia y hermosa
cuando de pronto me la encontré
parecía una niña, pero más que una niña
era una graciosa y hermosa mujer.

Como un amigo, al lado de ella,
con voz halagüeña y garbo de hombre
me acerqué a ella y le dije así:
“Hola, chiquilla, ¿cuál es tu nombre?

Ella me dijo pero se me olvidó.
No sé si es Lupe, Susana o Rosa;
no sé, no sé, no recuerdo el nombre
de esa hermosura, niña graciosa.

Tres días después de haberla encontrado,
en noche hermosa yo yendo al Café,
e iba en las calles de mi Orizaba,
otra vez de pronto me la encontré.

¡Hola, chiquilla, muy buenas noches!
-ella sonriente me contestó-,
tu nombre me diste la noche aquélla,
mas no en mi mente grabado quedó.

¡Cállate, oh, niña, niña graciosa;
ya no me digas cómo te llamas;
poco me importa tu nombre, oh, bella,
niña escogida entre todas las damas.

Dame la mano y vamos juntitos.
¿Cómo llamarte? No sé, no sé.
Eres bonita y mucho me encantas
y así otro nombre yo te pondré.

¿Qué te parece, flor de las flores,
rayo de luna, rayo de luz,
si yo te pongo un nombre sencillo,
así como éste: tu  nombre es TÚ?

Desde hoy a siempre, niña querida,
si por aquí te hallo o en otra parte,
ya no me digas cuál es tu nombre
porque yo ya sé cómo llamarte.

Cuando con ella así me encontraba,
bajo la noche tibia y azul,
yo fácilmente la saludaba:
¡Hola, chiquilla! ¡Te adoro, oh, TÚ!.

4 nov 2010

CUARTO MUNDO

Y de pronto la paz tradicional se rompe; desde los cuatro puntos cardinales surge el poder maligno, el poder verde –el más conocido, el más usual- y se cierne, desgraciadamente, con todo su poder, sobre los niños y adolescentes. Los padres, acostumbrados a la vida pacífica y tradicional, y dedicados a los trabajos del campo, no alcanzan a entender los nuevos vientos vomitados por un Eolo endemoniado. Los chamacos, entonces, como escapados de un manicomio sin guardias ni protecciones, comienzan a lanzarse con un nuevo estilo de comportamiento.

El barrio se convierte en el escenario prototípico de lo que podría ser -en un futuro no lejano- todo el pueblo. Los papás, sin darse cuenta cómo, pierden el control de sus vástagos. Olvidan –o fingen olvidar- que las bases educativas se cimientan desde el hogar, desde el púlpito familiar; no en la escuela, como ingenuamente creen algunos. Ahora muchos padres, fundamentados en esta falacia, pretenden delegar tal responsabilidad en manos de los instructores académicos, los dedicados a enseñar los conocimientos básicos de la ciencia, no de la educación ni la filosofía del comportamiento.

--Mi hijo, además de flojo, es un diablo –dice un padre ebrio en la junta de padres de familia de la única escuela primaria del barrio, agrediendo verbalmente a los profesores-. No quiere hacer la tarea ni ayudar en la casa, pero eso es culpa de ustedes, que no lo educan. Ustedes como maestros los deben educar.

Las humildes viviendas de madera y de color café –rojizas o prietas-ante la ausencia total de un roce de barniz, enfilan en algunas partes del barrio. En las puertas de algunas de ellas se ve, indiscreto, el sello cincelado por el poder maligno: “Banda 33” Muchos niños, ignorantes del significado, corren raudos a estampar también el “mágico” y “atractivo” graffito en los batientes de su puerta, aún sin conocer los efectos del poder soplado desde los diversos puntos cardinales del área comunitaria.

Niños y bebés abandonados, mugrosos y llorosos. ¿Dónde están sus padres? Alguien comenta que sus padres todos los días salen a trabajar.

--A ver, pequeño, ¿por qué lloras?
--Mi hermano no me quiere convidar –señalaba el niño de escasos tres años a su hermanito de seis, quien tenía en la mano una bolsa transparente con un contenido amarillento, colocándola sobre la punta de la nariz.

Los juegos infantiles, que en otros tiempos habrían sido inocentes, ahora se han tornado violentos, destructivos, preocupantes. Les da lo mismo sacrificar un inofensivo pájaro, saltando encima hasta hacerlo como tortilla, que destruir una barda escolar a pedradas, enterrar a un perro vivo, arrojar piedras sobre el tejado de las casas, o rayonear los muros de la escuela, colocando dibujos grotescos o escribir ideas estúpidas concernientes a la banda. Sus fechorías las cometen bajo la sombra de las noches, sí, exactamente, cual delincuentes profesionales, aprovechándose de la vigilancia ausente de una policía inútil.

Los profesores de la escuela primaria deben callarse ante el alud de desmanes, no por miedo a la incipiente organización delictiva, más bien para evitar enfrentamientos con los padres de los potenciales malhechores, quienes no creen del todo que sus hijos son los autores del vandalismo arrabalero. Insisten que El Cuarto Mundo está de cabeza por culpa de los responsables de las aulas y de la institución del saber. Prefieren lanzar improperios a los profesores que jalar las riendas de sus hijos. Por lo tanto, los padres -como los profesores- deben callarse ante la ola energúmena de los infantes de nueve, diez u once años.

De vez en cuando se escuchan imperiosas pero timoratas órdenes de una que otra madre que se esfuerza por restablecer el orden en el hogar o de animar al hijo a asistir al colegio.

--Ándale hijito, vete a la escuela; si no lo haces ya no nos dan el apoyo de Oportunidades. Tú sabes bien que cada mes nos dan un dinerito...

--Ya cállate vieja estúpida –responde el hijo-, tú me mandas a la escuela por interés; si quieres dinero, vete tú a la escuela, ándale... lárgate.

La madre baja la vista y calla.

Acostumbrados a una vida diferente, muchos moradores del barrio no comprenden el casi repentino cambio del comportamiento de los niños, adolescentes y jóvenes; no saben si seguir los pasos de la Banda 33 es bueno o es malo, es divino o es diabólico, pero algunos padres muestran una cara de satisfacción al saber que sus hijos retozan de locura, alcanzados por la “miel” del poder maligno.

Algunos entienden perfectamente que una actitud violenta y delictiva asumida por los niños es síntoma de un mal que penetra en la estructura social. Surgen esporádicos comentarios los cuales afirman que el mal ha provenido del norte del país, importado desde el otro lado de la frontera, desde el “paraíso terrenal”.

Se comenta que un adolescente, cansado de la ausencia casi permanente de sus padres, optó por retirarse del pueblo para ir en busca de nuevas expectativas. Su deseo se convirtió en acción: en pocos días estaba al otro lado de la frontera, en una ciudad “dorada”, donde no solamente se retribuía en dólares, también se veían y se conocían nuevas formas de vida. Su larga estancia en ese lugar lo hizo hábil en otros menesteres. Tuvo nuevas aspiraciones: regresar a su tierra e implantar el poder maligno.

Todo fue por debajo del agua. Labor meticulosa y clandestina. Su objetivo: los niños y adolescentes. La respuesta: excelente. Resultado: cambio total en el comportamiento de niños, adolescentes y jóvenes... actitud violenta y destructiva.

Una mañana fresca y húmeda de verano cuando aún no despuntaba el día, la señora se incorporó de la cama y le pareció extraña la ausencia de su marido. Avanzó hacia el cuarto contiguo de la recámara para cerciorarse de un mal presentimiento: como saco de boxeador, pendía con una cuerda de una viga de la casa al cuello. 

Cual reguero de pólvora, la noticia corrió y, en menos de que cantara un gallo, en el barrio ya muchos estaban con la boca abierta, estupefactos: “el catrín que vivía en EUU se lo cargó su abuela; hoy en la mañana lo encontraron colgado en su casa”. Una vez más, los acostumbrados a la vida pacífica y tradicional, ignorantes de su entorno, nada entendieron. Se fue el desgraciado, pero en el barrio dejó una honda huella, una marca indeleble en el frágil desarrollo infantil, como los graffiti estampados en medio de las jambas de las puertas.

Los religiosos ortodoxos establecen su punto de vista: “en el barrio el diablo sentó sus bases.

Algunos padres ignorantes, pero optimistas, opinan con una sonrisa a flor de labio: “el cambio es producto de los nuevos tiempos”. “Es algo normal”.

Los que le han entrado al ruedo, como abastecedores:”el barrio es un buen mercado”.

Angustiados, los consumidores casi gritan: “no nos abandonen”.

Los juiciosos: “la pinche drogadicción ya nos dio en la madre”.




3 nov 2010

TLAHTOLXOCHITL

Yewa okkualkan otlamixten,
axan tiotlak otlalolin;
inin, kihta, se totoltetl
mostla yeski se totolin.

Atl panowa no kaltempa
onikonan se pichintzin,
itik kaxitl oniktlali
wan ohkahka se michintzin.

Se tototzin ne patlani
okuilintzin nes kiwika,
se chokilwa ne chokatok,
se chokilwa ne tlakuika.

Papalome kuikuiltike
ne patlani ke xochime;
wewe, kita, yotlahkatik,
iwan te yekin otihme.

Amo tia tekipanotin
ke itzkuintli ti kualantok;
ne inia itempan weyatl
kanin atl ne walpetlantok.

Axan mohta kualtzin tonas
tlakatl xoxitl ne kiwika;
se chokilwa ne walyetok
se chokilwa ne tlakuika.


POEMA

Muy temprano se  nubló,
por la tarde hoy tembló:
este, mira, es un huevo
mañana gallina será.

Agua pasa por mi casa
un poquito la tomé,
en cazuela la vacíe
un pescadito ahí eché.

Un pajarito vuela allá
lleva al parecer un gusanito,
un primavera allá llora,
un primavera allá canta.

Mariposas de colores
como flores allá vuelan;
viejo, mira, ya es tarde
y tú apenas te levantas.

No te vas a trabajar,
te enojas como perro;
yo al río me estoy yendo
donde el agua está brillando.

Hoy será un día soleado,
un señor allá lleva flores;
allá está un primavera
un primavera allá canta.

POEM
 
Very early clouded,today morning shook:this, look, it's an egghen tomorrow will be.


Water passes through my houseI took a little bit,in the drain panI took a fish there.


A bird flies pasthas apparently a worm,a spring there crying,sings a spring there.


Colorful butterflieslike flowers fly past;old, look, it's too lateand you just get up.


You're not going to work,you get mad like a dog;I'm getting me to the riverwhere water is shining.


Today is a sunny daya man carrying flowers there;there is a springsings a spring there.

12 oct 2010

TODOS NOS ODIAN

TODOS NOS ODIAN 

Desde que su padre le dijo que “todos nos odian”, el niño Ángel, de forma inconsciente, se preparó mentalmente para enfrentarse a ese mundo “hostil” que le circundaba.

“Todos nos odian”, repetía constantemente.

Cuando caminaba sólo por las angostas calles de su pueblo, lo hacía con temor, con su mente alerta. A nadie le hablaba ni le saludaba. Avanzaba de prisa, mirando de reojo a todos lados, teniendo cuidado de no ser sorprendido por alguien, porque muy en el fondo sabía que “todos nos odian”.

Cierto día, ya por la nochecita, su primo Karlín lo fue a ver a su casa y, asustado, le dijo:

-Ángel, ven, acompáñame. De tras de mi casa alguien salió corriendo. Ven, vamos a seguirlo para ver quién era.

Ángel, sin pensarle más se fue con su primo.

Eran como las 10:00 de la noche. Las calles estaban ya solitarias. En el pueblo no había alumbrado público. Ángel y Karlín echaron a correr por donde supuestamente había ido el individuo. Como a dos cuadras desaceleraron sus pasos. Caminaron despacio. Se dirigieron al centro de la población.

A pocos metros de llegar al palacio municipal, Karlín vio a dos personas platicando cerca de ahí, bajo la luz tenue de un foco del parquecito. Karlín le dice a su primo:

-Mira, Ángel, creo que es ese el que estaba escondido atrás de mi casa. Vamos, ven, hay que golpearlo. 

Ambos se abalanzaron sobre uno de los individuos y lo golpearon hasta más no poder.

Toda la familia estaba bajo la línea de “todos nos odian”, lo cual con el menor pretexto desataban fuertes enfrentamientos con cualquier persona.

Una vez el niño Ángel se estaba protegiendo de la lluvia bajo la cornisa de un bar. Escuchó que en el interior comenzó una riña. Se asomó por la puerta del local y se percató que dos individuos estaban golpeando a su tío.

Preocupado, el niño salió corriendo para avisarles a su papá y demás tíos. Inmediatamente toda la familia, entre tíos y tías, salió con piedras y palos para ir en auxilio del familiar que se encontraba en aprietos.

Los defensores del tío no sólo golpearon a los supuestos agresores, sino que destrozaron todos los muebles y mercancía del bar. La respuesta de “todos nos odian” fue contundente.

En cierta ocasión Karlín se hizo de palabras con un parroquiano. Éste no se arrugó, como se dice vulgarmente, a pesar de que su contrincante tenía una estatura de 1.95 m. karlín era de 1.60 m de estatura. Como si fuese un toro de lidia, se le metió al enemigo debajo de sus piernas y lo tumbó en un caño. Con la sola caída, el hombre de gran estatura empezó a gritar. Se le había roto el hueso de una de sus piernas.

Karlín salió satisfecho. “Tienen que aprender de no odiarnos”, susurró.

Con esta bronca callejera, Karlín acumuló cuatro denuncias penales en la Agencia del Ministerio Público. Tenía cuatro órdenes de aprehensión. A los pocos días fue arrestado por las autoridades judiciales.

Pero al día siguiente estaba libre de nuevo, porque una de sus hermanas tenía amistad con un diputado priísta, quien de inmediato intervino. Karlín se encontraba dispuesto para seguir delinquiendo y seguir enfrentándose con el mundo “hostil” que los odiaba.

Una vez Karlín les dijo a su esposa e hijos que cuando muriera que no le avisaran a nadie de su deceso, para que nadie se pusiera feliz por ese desenlace fatal, pues seguía pensando que todos los odiaban.

Años más tarde, Karlín falleció. Nadie tocó las campanas en señal de haber muerto alguien, como se acostumbraba en su pueblo.

El cuerpo del difunto lo llevaron de noche al panteón para que nadie se cerciorara del fallecimiento.

En efecto, nadie se enteró de la muerte de un hombre que todo el tiempo se sintió perseguido y odiado por la gente, aunque el problema sólo estaba en su cabeza.